Ser verde está de moda, ser sustentable mucho más. Por ello el concepto más chic —el último grito de la moda, dirían en épocas pretéritas— es tener una parcela autosustentable. Una imagen bucólica que están utilizando ciertos agentes inmobiliarios dedicados a vender predios rurales idílicos, por lo menos en el papel. Por unos cuantos millones aseguran media hectárea como La casa en la Pradera y por un poco más incluyen hasta un agrokit. Ojo porque puede ser otra forma de greenwashing.
El cambio climático está aquí hace rato. Cuidar el medioambiente, la flora, la fauna, la tierra ya no es opción, es un mandato.
Ser verde está de moda. Ser sustentable es un must. Y eso lo sabe bien el greewashing, una estrategia de marketing para vender una imagen amigable con el medio ambiente, pudiendo ser la verdad muy distinta. Estrategia que están utilizando ciertos agentes inmobiliarios para pintar bucólicamente loteos que, según ellos, poseen excelente tierra de cultivo, pozos profundos para el agua, energía limpia (solar). En resumen, un paraíso inmerso en la naturaleza. Algunos proyectos incluso ofrecen agrokits que incluyen: huerta de 100m2, árboles frutales, compostera y más. El llamado es a cambiar de estilo de vida y cultivar los propios alimentos. Además, aseguran que puede ser una nueva fuente de ingresos. ¿Tentador no?
Las ofertas proliferan en especial en la Región de Valparaíso y de O’Higgins por su cercanía a la capital. Ubicación ideal para ser sostenible los fines de semana y feriados.
El problema de lo autosustentable es que es parecido al concepto light en los alimentos. Es más sofisticado, muy chic. Y poco importa si son más caros; cuidar la salud y mantener a raya los kilos, lo amerita. Las parcelas autosustentables —que son más baratas y ese es el anzuelo—, por varias razones, son similares en otros aspectos a esa idea más costosa de lo light. Como en la región que lidera esta modalidad que es Valparaíso, no hay agua suficiente, toca comprarla a camiones aljibes, que además no llegan a todas partes y eso incluye esas parcelas autosustentables. La carga de agua —entre 10 y 12 mil litros— que puede alcanzar para una semana, cuesta 120 mil pesos. La energía solar, que es muy limpia y recomendable, también tiene su precio y según la capacidad instalada, el costo total podría sumar varios millones de pesos más.
Además, hay que tener ojo de que no le vendan un área protegida, donde no podrá plantar ni cortar cualquier cosa: adiós a los cultivos.
Sin embargo, el máximo cuidado hay que tenerlo con la letra chica de los contratos de compraventa, especialmente en la V región, donde hay comunas con zonas sobrepobladas, por lo que las Direcciones de Obras de esas municipalidades no están autorizando nuevas construcciones. Y si lo hacen, los requisitos que exigen son más estrictos que los que se requieren para viajar al espacio en varios años más. Y ni pensar en edificar por cuenta propia, a la antigua, apostando a que nunca lo van a pillar o pensando en que la Ley del Mono lo solucionará todo. El mono no es Moya. Estas municipalidades serán rurales, pero no anticuadas, y se las arreglan para fiscalizar (hoy hay drones para todo) y caerles con multas a los que se pasen de vivos. Hasta ahí puede quedar el sueño hippie chic de regresar a la naturaleza a través de una parcela autosustentable o eco residencial, como les gusta decir a los agentes.
Por eso va la advertencia: no todo lo verde es autosustentable y el sueño se puede transformar en pesadilla simplemente porque el negocio parece ser para el que vende, mientras el que compra puede quedar lleno de problemas, multas, citas a los juzgados locales y deudas. Todo por caer en las redes del greenwashing y vestirse de verde.